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Primeros auxilios (III): La reanimación

Primeros auxilios (III): La reanimación

Terminamos hoy la serie de entradas sobre los primeros auxilios, y lo hacemos con un supuesto algo más peliagudo. Antes de empezar queremos recordar que los pasos que aquí se ofrecen son orientativos –aunque acertados- y que lo ideal, para quien salga a entrenar con un menor, es asistir a un curso de primeros auxilios para estar preparado si tuviera que darse el caso. Dicho esto, esperemos que nadie tenga que verse en esa situación.

En el caso de hoy, imaginemos un accidente donde un niño cae al suelo y se da un fuerte golpe. Acudimos a atender al chaval y lo primero que hacemos es evaluar si está consciente. Le hablamos y damos algún golpe firme –que no fuerte- en el hombro o el brazo. Si no responde, lo primero que tenemos que hacer es llamar a las asistencias sanitarias e indicar el punto más exacto posible en el que nos encontramos. Las carreteras tienen señalización y conviene que nos fijemos bien del nombre de la misma, el punto kilométrico y el sentido en que vamos. El siguiente paso es evaluar si el niño respira.

Para ello podemos observar el movimiento de su pecho o acercar nuestra oreja a las vías respiratorias del accidentado. No por oírlo sino, sobre todo, por ver si nos expulsa aire o no. Si respira, se le coloca en posición lateral de seguridad (posición fetal) con sumo cuidado, sin quitarle el casco. En lugares fríos, o si hay alguna herida abierta, es bueno taparlo para que no pierda temperatura. Mientras las asistencias llegan, seguimos vigilando que no pierda la respiración.

Ahora vamos al peor supuesto:

Si no está consciente ni respira, debemos practicarle la maniobra de Reanimación Cardio-Pulmonar (RCP). Para ello tenemos que abrir primero un poco las vías respiratorias, pues es posible que la relajación de los músculos de la lengua se la taponen y le puedan causar un ahogamiento. Para abrir, se pone una mano bajo la nuca –sin quitarle el casco, repetimos- y con la otra se le tira suavemente de la barbilla hacia arriba. Después se corta la ropa con las tijeras que debemos llevar en el botiquín para dejar el pecho al descubierto.

Nos colocamos al lado de él y hacemos la reanimación. La reanimación consiste en comprimir el pecho de la siguiente manera: buscamos el centro del pecho y colocamos una palma extendida, agarrándola desde atrás con los dedos de la otra mano, de forma que podamos aplicar fuerza en las compresiones. Es importante hacer el masaje en bloque, aplicando la fuerza con los hombros y con el brazo recto sin doblar los codos. El esternón debe hundirse unos tres o cuatro centímetros en cada compresión, y la secuencia debe ser de 30 compresiones y dos ventilaciones. Así sucesivamente hasta que lleguen las asistencias.

Si hubiera una segunda persona adulta, es conveniente turnarse entre ambos ya que debido al cansancio que producen las compresiones, la maniobra de reanimación empieza a perder calidad a los dos minutos. Lo ideal es que uno comprima y otro ventile durante dos secuencias completas y se cambien rápidamente para poder mantenerse lo más frescos posible.

El tiempo es fundamental, ya que desde que se produce una parada cardiorespiratoria cada minuto aumentan un 10-15% las opciones de que sea definitiva y la persona fallezca. Por eso actuar pronto y con los conceptos claros es tan decisivo y puede terminar salvando una vida. Los primeros auxilios no son algo que se pueda tomar a la ligera.